martes, 5 de junio de 2007

psicoanálisis blancos


yo también, hoy caminé un rato por ahí. varias vueltas por la parte histórica. y dibujé un par de bocetos, quería mostrarte.

sabía que te iba a encontrar. hace un rato que estaba dando vueltas, me perdí. no tenía idea como volver a lo de Teresina. ¿por dónde anduviste vos?

caminando por todos lados. nada especial. aunque es tan lindo. la zona de la calle ancha, donde empezaron a poner mesas cuando oscureció.

yo estuve dando tantas vueltas, y era imposible no perderme. conocí un montón de gente. argentinos, un montón, colombianos, uruguayos. un tipo me mostró todo el centro. me presentó a mucha gente. la feria que hay cerca de la avenida. me quedé charlando con unas argentinas, viejas, son hermanas creo. un poco locas.

¿te gustan los dibujos? ¿funcionará?

me gustan.

con algún duende.

¿trajimos algún plumín? –me pregunta.

la habitación tan barata, tan hermosa ventana. la noche que entra para devolver al cielo el calor del día. hoy no hay duendes. la gente escucha y nosotros acá. hablamos de hoy, venimos de ayer, como haber cambiando de casa atravesando la pared medianera. no salí a la vereda para entrar por la puerta; y ahora es tan diferente.

ella: ¿estás escribiendo? no te hagas el boludo. pero no estoy escribiendo, todavía me llama la atención el techo tan alto, tan lejos. las paredes casi inútiles, tanto cartón o madera, tan bajas. pero la ventana, tanto antepecho tan ancho. casi un balcón y la noche postal sobre los tejados desencajados, estrellas y todo tan pintoresco. no, no estoy escribiendo. eso lo sé y ella también. no depende de mí, ni de esta ciudad olvidada, ni de las argentinas, viejas artesanas, o algo así. nací de este lado y no depende de mí ni de nadie que conozca. depende de él. y no podría estar diciendo ésto si lo pienso. pero es lo que menos me importa. hoy menos aún. la noche entra raspando la luz amarilla de la lamparita que cuelga. testimonio del siglo 20 o 21 en esta ciudad de otro siglo. de maderas húmedas y adoquines dormidos. de gente olvidada por derecho y tan a gusto. quizá me preparen un vendedor de crepes que busca el ritmo. o un escultor que vivió en Tafí del Valle y en la India o Pakistán. o un fanático de Spinetta que nunca volvió a Buenos Aires. pero eso quizá sea en otra ciudad. acá el tiempo se intuye transgredido y no sé la causa. quizá el aspecto de los edificios, o el agua que se retira lejos de la orilla y deja tanta arena gris. la marea que baja, pero no parece el mar. hoy doblé en tantas esquinas. ella mira la libreta con el par de croquis de algunas casas, esa calle que se curva y muere de frente a la esquina de las tres puertas.

no, no trajimos ningún plumín. yo tenía pero no se me ocurrió. esos son de birome negra.

me gustan. mañana te ayudo, salimos los dos. con los acrílicos y los psicoanálisis blancos. quizá pintando el cielo, dejando los edificios blancos. algunas pinceladas.

van a quedar muy buenos. también podés preparme fondos –y me relajo tanta noche que entra por la ventana sin vidrio. la guitarra desenfundada, afinada. me es tan cómoda y sobre la cama. tengo hambre, me dice, yo también. ¿habrá algo abierto a esta hora?. es temprano. no te cuelgues ahora, tengo hambre, me dice. vamos. suelta la libreta y se levanta. pero la guitarra me envuelve y no me deja. miro la luz amarilla de la primera noche en esta ciudad olvidada, en esta habitación de maderas astilladas y revoques descascarados de paredes tan anchas. de una ventana como un pupo urbano, tan cerca de la cama, de la mesita arruinada y el mantel rojo. y ella que se levanta y me mira. yo me lamento: si fuera Todo. pero casi ni me escucho. miro las cuerdas que vibran. no hablo.

no te hagas. vamos a comer algo.

tan natural.




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