martes, 5 de junio de 2007

alguien estaciona un burro frente a una imprenta


si hay un viejo en una casa olvidada de una capital olvidada, que no es viejo, que tiene el pelo blanco (también la barba); que imprime volantes o facturas en papel verde, incesante, con su máquina y un pulso mecánico, incesante. si frente a su rotativa de bielas y cigüeñal latente (que no existe excepto por la grasa negra que le cubre el acero) si frente a su máquina el viejo existe y la imprenta olvidada en la ciudad olvidada también existe (porque existe) entonces yo me despierto por el calor y escucho / cada día la repetición muerta de la máquina. y cada día me despierto y escucho / a través de la ventana abierta de calor, la máquina que entra y el viejo.

entonces me levanto y no sé si del suelo o de la cama y me asomo a la ciudad olvidada, amanecida y sus paredes gruesas y su madera envejecida. astillada. la ciudad tan trabajo de cincel que el pulso cigüeñal metálico de la máquina imprenta se anula en si mismo y el viejo queda parado frente a nada ahí abajo, cruzando la calle olvidada, en su pequeña habitación de grandes acumulaciones de papel virgen.

entonces me asomo a la calle desde arriba, desde el antepecho tan ancho de la ventana y casi balcón, me asomo desde un primer piso a la ciudad amanecida y activa y veo los tejados desorganizados y cada teja desencajada; el cielo recién nacido, más plano a esa hora, lleno de luz polar cerca del horizonte, amarillo diluido y azul más profundo arriba y pienso que no existe esta capital olvidada. tantas piedras-baldosas instaladas para cada paso en cada vereda y tan inútil si no existen.

el sol se asoma reciente sobre el urbano. hace calor de mañana y el aire se respira bien, aquí donde nadie es o quizá es la imprenta que no deja dormir. pero me asomo cada día y es temprano, y es ritmo total.

y por fin veo al viejo predecible y su remera amarilla tan rota. su barba blanca, sus canas largas frente a su máquina, detrás de la reja y la vereda inútil. él parado y esbelto; con un pocillo de café y el sonido alrededor. sin quitar la vista de cada nuevo papel verde acomoda sus lentes sobre su afilada nariz con un gesto; toma un trago de café parado frente a la rotativa. sólo eso y todo el día.

es tan temprano que si giro sobre mí mismo quizá encuentre una olla y comida de ayer, una mesa pintada accidentalmente con acrílicos. un sueño en el piso (o en la cama) si todavía no se despertó, y un vaso de agua morada o azul de pinceles sumergidos. una pieza con paredes de cartón y un techo tan alto. tan solo tan lejos.

un libro empezado y una nueva rutina para hoy que empezó.

en la ventana la ciudad que aparenta sin electricidad en sus faroles y su olor a cebo carpintero; pero giro sobre mí mismo y la luz entra tan tranquila; la ventana sin cortinas, ni vidrios, sin maderas. el día se cuela y sólo el pulso cíclico de la imprenta continúa en silencio. hoy la olla no está entre tantos psicoanálisis en blanco. el termo que ya no mantiene la temperatura está vacío, entonces salgo a buscar agua caliente; bajo los últimos escalones y salgo, escaleras, abro la puerta y agarro el termo y cierro la tapa; busco las escaleras y bajo, pero primero abro el candado y entro, y el termo lleno de agua caliente. conseguí abajo, en una especie de organización medio religiosa, mientras esperaba que calienten el agua me puse a leer unos libros de poesía que tenían. malísimos. ¿café o té?

hay que pintar hoy. nos queda muy poco ¿me mostrás?. ayer fue bueno. la idea de pintar tango y patagonia es buena. hay que hacer una serie. Marketing. y las esquinas de siempre. me cansan, ya las puedo hacer de memoria. esta tarde voy a buscar nuevos lugares. en la pieza inclino el termo y el olor del café y agua caliente, café instantáneo y leche en polvo, azúcar y entra el sol por la ventana. el aire se mueve pero el calor. la bolsa de dormir todavía en el piso y un par de pies. un poco de cielo azul y tejado teja recortado, todo tan fotográfico. y la ventana.

ayer Teresina puteó a un tipo que rompió el caño de la ducha. vieja graciosa. no para de gritar. ¿podré bañarme? me pregunta y le paso el café. yo también tengo que bañarme. pero también hay que cocinar, porque hay una rutina recién nacida. Porque esto no es sólo un episodio. ésta es la vida ¿no?

me ahoga tanto aire puro. aún el calor.




No hay comentarios.:

Archivo del Blog