Caminaron contra el viento frío y Juan hablando de una película de Greenaway. Diez cuadras hacia la parada del 102 en Rondeau. Juan le contó una trama y pensaba en los caracoles girando sobre el tocadiscos. La noche fría y las ganas de llegar a la casa. Al fin y al cabo [Ella] había venido a ver Barry Lyndon y en dos o tres días de Kubrick ni noticia.
Sentís el calor a tu derecha. Sentís la respiración a tu derecha. Dirías que casi sentís los latidos a tu derecha; pero eso solamente si pedís permiso y apoyás tu oreja derecha sobre la piel y ¿qué escuchás? escuchás Machu Picchu, el río contra las piedras o más. Un latido que es todo o algo parecido; y escuchás y tenés una lágrima que nació, que escucha y casi se incendia en el borde del ojo. Pero estás mordiéndote las muelas, tanta presión. Sabés que ése es el latido que vale mundos y lo tenés tan cerca, un corazón a 5cm de tu oreja, un corazón a 5cm piel adentro y las sábanas sagradas de transpiración. Sabés que si alejás la oreja es para siempre y te querés incendiar con la lágrima y las muelas de dolor.
Se acomodaron para ver la película grabada en VHS. El rincón de los almohadones y la lámpara, oscuro, los libros de la biblioteca hoy no proyectan la sombra y el encastre sobre la pared. Sólo pared y sábanas.
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